Uno de los temores más recurrentes en las personas sobre treinta años que desean aprender inglés consiste en el pensamiento de que, llegada una cierta edad, se haría muy difícil aprender un nuevo idioma. Debo confesar que es un dilema interesante sobre el cual quiero compartir las siguientes disquisiciones...
Existe la creencia de que a cierta edad el cerebro se "solidifica" o se "endurece", haciéndose difícil aprender. Debido a la masividad de esta interrogante, me veo en la obligación de escribir el presente artículo con la finalidad de entregar una respuesta basada en datos objetivos.
En primer lugar, el órgano encargado del aprendizaje es el cerebro. Nuestro cerebro es una masa de materia altamente organizada cuya finalidad principal consiste en ser el procesador de todas las funciones del organismo, el hogar del pensamiento, de la imaginación, y de las emociones. También es el lugar que cobija los recuerdos, las experiencias, y el conocimiento.
Para adquirir conocimiento, una persona debe tomar contacto con otra, quien es la encargada de transmitírselo a modo de información. Desde su nacimiento, el ser humano toma contacto con sus padres, quienes lo cobijan y le entregan las primeras enseñanzas sobre la vida, le entregan modos, y la lengua nativa. Luego, en la escuela, somos instruidos por profesores; y finalmente en su adultez, el conocimiento es adquirido mayoritariamente a través de la experiencia.
El flujo de conocimiento nunca termina de ingresar al cerebro humano. Constantemente aprendemos nuevos conocimientos, incluso en la adultez, a través de la experiencia y de las vivencias que nos toca experimentar.
Quizás el adulto demorará un poco más de tiempo que un niño. Pero eso es todo. Incluso esto es relativo, pues si nos instruimos con un profesor o con un método de gran calidad, esta diferencia puede incluso a llegar a ser a favor para el adulto. Pensemos en el siguiente hecho objetivo de la realidad: ¿cuántos años demora un niño, desde que nace hasta que está listo, en hablar fluidamente su idioma nativo? ¿Se han preguntado aquello? Pues con total seguridad, podemos decir que recién a los 6 o 7 años, el niño o niña posee una gran cantidad de léxico que le permite hablar con fluidez. Y aún a los 7 años, continúan muchos aspectos por mejorar y muchísimo vocabulario por adquirir.
Ahora bien, ¿cuánto tiempo puede tomarle a un adulto aprender inglés? Considerando la utilización de un buen método de enseñanza, y una buena cantidad de práctica, es perfectamente posible hablar de un plazo entre uno a dos años. Muchísimo menos que los 7 que demora el niño en aprender su idioma nativo.
Es evidente que como a cualquier órgano, nuestro cerebro es susceptible de sufrir enfermedades degenerativas, o un desgaste propio de un exceso de estrés, tensiones, falta de descanso, o cualquier dolencia de tipo psiquiátrica, que se dan con mucha más frecuencia en adultos que en niños. Pero si dejamos de lado estos casos, y nos concentramos en un caso promedio de un adulto sano, las posibilidades de aprender un nuevo idioma son muy altas.
He visto a personas de más de 65 años felices de poder sentir cómo aprenden inglés, cómo logran hablarlo, y cómo logran comprender al escuchar, luego de años de haber vivido frustraciones. He visto a personas de 55 años lograr lo mismo. He visto a muchas más personas de 45, 35 y 30 años lograr una y otra vez exactamente lo mismo.
Entonces, ¿quién me puede decir que es real ese mito funesto y dañino, que lamentablemente es difundido y creído por cientos de miles de personas, y que lo único que logra es frenar su sueño más profundo y postergado de poder aprender un nuevo idioma, o cualquier otro desafío, como entrar a la universidad siendo adultos maduros?
La clave es tener la mente sana. Con ella, no existe ningún límite al conocimiento que puede ser adquirido por un adulto jóven, de mediana edad, o de tercera edad. Y para tener una mente sana, es fundamental cuidar la calidad de nuestra nutrición y consumir mucha agua todos los días; e intentar vivir con tranquilidad, sin angustias, rencores, envidias, ¡y con mucha, pero mucha alegría!
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